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Dijo Jacinto Benavente : “Si murmurar la verdad puede ser aún la justicia de los débiles, la calumnia no puede ser nunca más que la venganza de los cobardes”


Por dra Gabriela Fernández Rosman

No habían despertado del todo los argentinos del sueño de ser campeones del mundo y de discernir los motivos del éxito de la escaloneta como el trabajo en equipo, la cohesión interna, la elusión de personalismos, aún a pesar del virtuosismo de los “elegidos” por la varita mágica del talento, cuando se enfrentaron como sociedad al rostro más cruento, nefasto y patético del horror, con los asesinatos del joven Báez Sosa y del pequeño Lucio Dupuy.

La realidad aunque no es mitológica, parece mostrarse bifronte como el dios Jano de los romanos y, para desgracia de todos,  no es su mejor cara la que prevalece en la evolución de nuestra especie. Algunos populismos suelen buscar la justificación del hecho delictivo en las circunstancias y contextos en que se desarrollaron los delincuentes. Una Teoría jurídica, fuente inagotable de estudio de muchísimas promociones de abogados, como la teoría del garantismo está encaminada a la protección de los derechos subjetivos y en lo que se refiere al fuero de lo penal, a defender la libertad personal de las intervenciones punitivas del Estado.

Producto de la cultura jurídica de los italianos de los años setenta y ochenta a los que, según la perspectiva de sus creadores, le otorgaron un sesgo de “progresista”, el garantismo supo tener relaciones carnales con el pensamiento clásico y liberal penal, característico del iluminismo jurídico en pos de la minimización de , según los términos de Montesquieu, el poder terrible punitivo a partir de una sujeción rígida a normas constitucionales y leyes penales. Todo esto llevó a una ecuación simple basada en que el garantismo penal es igual a derecho penal mínimo que se caracteriza como la ley del más débil, que al momento del delito es la parte ofendida, en la instancia del proceso es el imputado y en la de la sanción es el condenado.


Una teoría del sistema penal que tiende a minimizar la violencia de los delitos y las penas consecuentes pero además un derecho que pretende comprender, con una mirada social, las causas que llevaron a la comisión del delito en una sociedad cada vez más insegura y violenta.El mundo del futbol demuestra con claridad que las condiciones de pobreza y carencia de posibilidades no son sinónimo de comisión de delitos, que los barrios de emergencia están poblados por gente honesta y trabajadora cuyo sacrificio habitual sostiene los caprichos de muchos otros que no se detienen a pensar con racionalidad políticas públicas serias y coherentes que acorten la brecha. Sin embargo, algunos trasnochados garantistas pretendieron hacernos creer lo contrario o que de, algún modo, las condiciones vulnerables justifican la agenesia moral y hasta inmersos en esa filosofía, patearle la cabeza a alguien hasta asesinarlo podría ser consecuencia de un padre ausente, de una madre ocupada o de una adolescencia difícil, o quien sabe qué otra circunstancia adversa.

Claro que a diario facultades y secundarios públicos, sin ocuparnos de analizar las deficiencias de nuestro sistema de educación, se llenan de alumnos que no son precisamente ricos pero que quieren superarse y estudiar. De alguna manera, el garantismo tal cual se lo pretende aplicar es una forma de determinismo si se quiere. Entonces, si el sujeto no ha crecido en las mejores condiciones lo más probable es que delinca y cuando lo hace hay que adjudicárselo más a esas circunstancias que a su propio albedrío o llámese como se lo quiera llamar a esa voz interior que tenemos los humanos para detectar lo bueno de lo malo. Y los Fernando de la vida son los que pagan las consecuencias por haber pretendido divertirse con los amigos en una noche de boliche y ya no pueden contar este cuento, ni tampoco seguir estudiando derecho, mucho menos besar a sus padres y a su novia.

O todos los niños sin voz, que abundan en un 50 % de pobreza, menores indefensos rodeados de un derecho de minoridad ineficiente, inoperante y negligente, los Lucio de la vida que ya no están en algunos casos y en otros, esperan silentes y paralizados de miedo que alguna mirada profesional los detecte y los salve; cargan con la responsabilidad de haber tenido progenitores que no pudieron o no supieron serlo.
Puede que una solución más concreta sea abolir todas las lagunas jurídicas, los artículos confusos o con incisos endebles y tener las reglas claras de la punición a la contradicción de las leyes de una sociedad que pretende ser de convivencia en el marco de una República que, de no tomar cartas serias en el asunto, se seguirá degradando.



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