La colmena que habló más de la cuenta

Share on whatsapp
Share on twitter
Share on facebook
Share on telegram
Share on linkedin
Share on email

Gabriela Fernández Rosman

Camilo José Cela no pudo publicar La colmena en España, tuvo que hacerlo en Buenos Aires allá por el año 1951. Era de esperar que el hecho mencionado ocurriese porque a los regímenes totalitarios les perturba e incómoda la palabra escrita. Tal vez porque a ésas no se las lleva el viento y quedan para siempre en el imaginario colectivo.

Lo que cuenta La colmena no es agradable pero sí necesario. Cela eligió la fórmula dialógica para relatar situaciones de la postguerra civil española en la ciudad de Madrid pero bien podría haber sido la digna Barcelona u otra ciudad de España porque al daño, según dicen los testigos, se lo podía palpar en cualquier sitio y en todas las personas. Nadie salió ileso de tamaña tragedia.

El gran escritor español decidió reunir a todos los personajes en el café, lugar ideal capaz de mostrar mosaicos humanos que varían según la hora. Es sabido que no es lo mismo el público de la mañana que el del té de la tarde o el del carajillo nocturno. Sin embargo, algunos habitués no tienen horario, pueden quedarse o entrar y salir todo el tiempo porque lo que buscan es paliar su soledad, su desánimo y en ciertos casos, hasta su hambre y sus miserias.

El director Mario Camus llevó La colmena al cine y también fue obra maestra reflejando un Madrid que intentaba emerger como podía de las secuelas de aquella guerra de hermanos. No hay que buscar una trama completa en La colmena porque no la hay; lo mejor es sumergirse en esa secuencia de situaciones individuales y colectivas que organizan un argumento en forma de diálogos narrativos del día a día de la sociedad española de aquel entonces.

Hay seres  que se degeneraron producto de las circunstancias, otros sucios y corruptos por naturaleza y también  indefensos o temerarios en ese tiempo literario acotado de tres días en Madrid “sin fondos y sin alimentos”.

No se trata de una novela para relajarse porque de ningún modo puede ser tranquila su lectura. Sin lugar a dudas, La colmena es para emocionarse  y observar un universo de personajes que sobreviven, unos intentando superar el propio dolor, los otros mirando las debilidades del prójimo y hasta disfrutándolas. Cosas del género humano e historias que pueden repetirse si no estamos atentos a lo esencial. No estamos ajenos, las campanas podrían doblar por nosotros.

 

Te puede interesar
Cargando...
WhatsApp
¿Necesitas ayuda?
Periodismo Libre
¡Hola! 😊.
¿En que te podemos ayudar?