AMASANDO SU DESILUSIÓN
Por Gabriela Fernández Rosman
Ella entró a la cocina, llevaba el tocado desarmado, el cabello suelto y el alma hecha un colgajo. Cada minuto de espera le había soterrado el corazón. No pudo eludir el sonido de aquellas mujeres, sus graznidos y cacareos ante la ausencia notoria. Conjeturó inconvenientes graves hasta que no aguantó el ridículo y se dió la vuelta para correr el sendero largo y alfombrado con su desengaño a cuestas.
Ahora mismo, está haciendo una corona de harina, arroja los huevos en el hoyo y comienza. Ignora que él la observa, que está viendo la cascada de lágrimas sobre la masa y cómo sus brazos van y vienen rítmicamente.
Él retiene la respiración, la observa, ella se aparta el cabello con el dedo enchastrado y él siente naúseas. En el entretecho, entumecido sus músculos, arrodillado sobre su cobardía, mira como resplandecen en la cajita las alianzas doradas sobre la gamuza negra y sufre.
A unos pocos centímetros, ella llora y cocina.
Del libro “Las palabras de mis silencios”.