Franz Kafka: El Escritor Bohemio

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Por Alejandra Ledezma 

El escritor, novelista y cuentista bohemio Franz Kafka nació el 3 de julio de 1882 en Praga y murió el 3 de junio de 1924. Es considerado uno de los principales exponentes de la literatura del siglo XX. Su extensa obra fusiona elementos entre lo real y lo fantástico, con protagonistas que se enfrentan a situaciones extrañas, absurdas y burocráticas. Incluye literatura pura además de cartas y diarios que también fueron publicados.

 Aunque vivió mucho tiempo en Praga, sus novelas y cuentos no fueron escritos en checo sino en alemán. Su vida interior es interesante: odiaba a su padre, nunca se casó, vivía con una angustia constante y era muy solitario.

Entre sus obras más importantes se destacan: La metamorfosis, El proceso, Ante la ley, El castillo y América. 

 

Características de sus obras: 

La reinvención de la fábula: 

Como es sabido, las fábulas son relatos donde los animales hablan y transmiten lecciones morales. En muchas de sus obras Kafka usa a los animales como protagonistas, como en Josefina la cantora, donde nos cuenta la extraña vida de una rata, en Chacales y árabes, donde un chacal pide ayuda al extranjero para que salve a su pueblo o el famoso cuento titulado La metamorfosis, donde un hombre solitario se transforma en insecto. En esos relatos los animales son fundamentales, pero no tienen una lección clara sobre la moral, por el contrario suelen llevar vidas absurdas e incómodas para la sociedad en la que existen. 

No hay final feliz: 

Por regla general los cuentos y novelas de Kafka no terminan con alegría; incluso se puede interpretar que no hay un desenlace claro. Sus historias muestran a seres exiliados de la sociedad, seres que quieren encajar en el mundo pero no pueden hacerlo, es como si existiera una distancia entre esos individuos y las demás personas.

Sus protagonistas son siempre inadaptados. Por ejemplo, en el cuento El jinete del cubo, Kafta relata cómo un hombre quiere comprar carbón y los vendedores no lo oyen ni le abren la puerta, como si no existiera. O en la obra maestra Ante la ley, un hombre quiere entrar en la ley y un guardián se lo impide. 

Incluso en sus Cartas a Milena, el autor logra describir el intenso amor que tuvo por una mujer, así como el abismal miedo que le impedía consumar su amor. 

El lenguaje laberíntico:

Leer a Kafka no es para impacientes. Hay que saber apreciar cada uno de los diálogos y las descripciones del narrador. Sus obras se caracterizan por tener personajes que no van al grano, no hablan transmitiendo un mensaje directo, por el contrario, dan rodeos continuamente. Los personajes parecen estar resignados a no alcanzar la felicidad, la justicia o el amor, por lo tanto disfrutan de largas secuencias de palabras.

Un ejemplo de cómo la descripción Kafka transforma a una casa en un laberinto infinito, en la novela América (El desaparecido): “Ahora solo se trataba de encontrar el camino del salón en donde probablemente, en su primera distracción, había dejado el sombrero en un lugar inapropiado. Naturalmente se llevaría la vela, pero incluso con luz no resultaría fácil orientarse. Por ejemplo, ni siquiera sabía si aquella habitación estaba al mismo nivel que el salón. Al ir allí, Klara lo había arrastrado de tal forma que no había podido mirar a sus alrededor, y el señor Green y los criados que llevaban candeleros lo habían distraído también; en pocas palabras, ahora no sabía siquiera, realmente, si habían subido una escalera o dos, o incluso quizá ninguna. A juzgar por la vista, la habitación estaba bastante alta, y por ello trató de imaginarse que habían sufrido escaleras, pero ya la entrada de la casa habían tenido que subirla y ¿por qué no podía estar en alto también aquella parte de la casa? Si por lo menos se viera en el pasillo algún resplandor que saliera de alguna puerta o se escuchara a lo lejos alguna voz, por leve que fuera. Su reloj de bolsillo, regalo de su tío, marcaba las once; Karl cogió la vela y salió al pasillo. Dejó abierta la puerta para, en el caso de que su búsqueda fuera inútil,  poder volver a encontrar al menos su cuarto y luego, en el peor de los casos, la puerta de la habitación de Klara…”

En conclusión, leer a Kafka es una experiencia totalmente enriquecedora. Su narrativa es atrapante y original. Su forma de ver la vida y el mundo está claramente reflejada en sus textos. Se necesita tiempo y paciencia, pero sobre todo se debe disfrutar de su lectura. Se debe sentir cada frase, cada descripción. Su interpretación lleva a replantearse muchos aspectos de la existencia, como las relaciones sociales, las conductas, y sobre todo el análisis de lo absurdo.

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